Los síntomas de la alergia son el resultado de una reacción en cadena que comienza en el sistema inmunitario o sistema de las defensas.
Sustancias como plantas, animales o insectos se reconocen como posiblemente dañinos al cuerpo y comenzamos a defendernos de ellos. Es un error del sistema inmunitario. Se lucha contra elementos que son inofensivos.
Es una respuesta exagerada del cuerpo cuando entra en contacto con algunas sustancias provenientes del exterior.
Las sustancias capaces de provocar una reacción alérgica se conocen como alérgenos. Al entrar en contacto el cuerpo con el alérgeno se produce una respuesta de defensa que da lugar a los síntomas de las enfermedades alérgicas.
En esta batalla el sistema de defensas produce en exceso los anticuerpos de tipo E o inmunoglobulina E (abreviado como "IgE").
Todos los humanos producimos IgE en condiciones normales, pero el alérgico la produce en mayor cantidad y la dirige contra elementos (los alérgenos) contra los cuales no deberíamos responder.
La lucha inapropiada y exagerada llega a producir los cuadros que los alérgicos conocen bien: estornudos, picores y en ocasiones graves hasta la muerte del individuo.
Hay familias con tendencia genética a padecer alergia. Se conoce como atopia o tendencia personal a sensibilizarse y producir anticuerpos. Estas personas serán más propensas a padecer alergias. Si el padre o la madre o algún miembro de la familia tiene alergias, será más frecuente que las padezcan los otros miembros de la familia.
No son dañinos, ya que realmente son limpiadores de los restos de nuestra piel. Los más frecuentes son:
Son de forma microscópica y vuelan en el aire, fundamentalmente en zonas húmedas. Algunos de los más estudiados son:
Aunque son muy seguros, en ocasiones pueden producir efectos alérgicos no deseados. Es el caso de:
Sus efectos más conocidos son sobre la piel, produciendo dermatitis de contacto. Algunos de los más frecuentes son:
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