La nariz electrónica es un aparato médico capaz de detectar ciertas sustancias ricas en carbono que se encuentran en el humo del tabaco, en las fábricas de hierro (siderurgia) y también en el aire que respira el ser humano.

Los antiguos médicos griegos olían la orina de los enfermos para detectar el azúcar en los diabéticos

La nanotecnología ha permitido diseñar aparatos que caben en en una mano. Tienen sensores capaces de detectar compuestos orgánicos volátiles y reconocerlos, creando un patrón o «huella olorosa» característico de cada olor.

La detección de estas moléculas se ha usado en la industria de los perfumes y en alimentación (vinos y quesos), así como en la industria militar.

En los años 80 empezaron las pruebas en Medicina humana con aparatos muy grandes que usaban complicados programas informáticos. Las primeras narices electrónicas fueron capaces de reconocer bacterias en el aire o detectar el cáncer de pulmón, pero la complejidad de los dispositivos los hacían poco prácticos.

Se ha abierto una puerta muy importante en el diagnóstico de las enfermedades inflamatorias crónicas de las vías respiratorias, ya que cada inflamación puede originar un olor característico y único. En estudios con enfermos con asma y bronquitis crónica producida por el tabaco se han visto resultados con una fiabilidad superior al 90%.

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